“Dios es el silencio del universo y el hombre el grito que da sentido a ese silencio.” Escrito en Los Cuadernos de Lanzarote de José Saramago.
Tenía una amiga llamada “Lucre” sumamente creyente en el Dios de la Vida, decía ella. Hasta el punto que por un largo tiempo de su vida se dedicó a formar parte de una organización llamada IMS (Instituto de misioneras seglares). Su vida, desde mi punto de vista, fue siempre coherente con el evangelio y comprometida con el ser humano.
Fue una mujer comprometida con su trabajo, lo hacía con personas con discapacidad psiquica. Laboralmente, siempre trabajó sindicalmente por los derechos necesarios. Políticamente se posicionaba anarquista. A una edad madura su compromiso político le llevó a cuestionar su fe. Respecto a esto pienso que tanto ideologías como religiones o filosofías pretenden responder a las preguntas habituales; ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Adónde voy?. El caso es que un día después de comer en casa, amargamente llorando me decía: Beli he perdido la fe.
Después su vida cambió rotundamente. Abandonó el IMS, trabajaba con alegría los últimos años antes de jubilarse y los grupos que frecuentaba contaban siempre con su colaboración.
Fue una mujer que marcó positivamente la vida de muchas personas entre ellas la mía. Al jubilarse decidió irse a vivir con su madre, en otra región, en la que nació, alejada de Andalucía. A los pocos meses de vivir con su madre, un cancer acabó con ella en muy poco tiempo.
…………………………….
Algunas personas pierden una dimensión importante en sus vidas, la espiritualidad, y quedan huérfanos, desasistidos, solos. Esta dimensión es tan importante para la humanidad, que puede ocasionar tal desequilibrio emocional que les lleve a perder la razón, su norte. A otras las lleva a perder la salud física.
Necesitamos del silencio en nuestra mente, quizás del silencio de Dios para oir el grito de la humanidad que somos. Querer ser como dioses siempre fue un deseo humano. Conquistar la humildad perdida es una tarea necesaria para recuperar la cordura. San Ignacio de Loyola decía que somos un puñadito de deseos, esos puñados de deseos nos llevan a la neurosis aguda, a menudo.
“Busca la paz en tu interior, la cordura vendrá por añadidura”. Reza en tu interior, oye en silencio el grito de la humanidad, trabaja en silencio. Mañana al alba la locura se habrá ido.
Tenía una amiga llamada “Lucre” sumamente creyente en el Dios de la Vida, decía ella. Hasta el punto que por un largo tiempo de su vida se dedicó a formar parte de una organización llamada IMS (Instituto de misioneras seglares). Su vida, desde mi punto de vista, fue siempre coherente con el evangelio y comprometida con el ser humano.
Fue una mujer comprometida con su trabajo, lo hacía con personas con discapacidad psiquica. Laboralmente, siempre trabajó sindicalmente por los derechos necesarios. Políticamente se posicionaba anarquista. A una edad madura su compromiso político le llevó a cuestionar su fe. Respecto a esto pienso que tanto ideologías como religiones o filosofías pretenden responder a las preguntas habituales; ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Adónde voy?. El caso es que un día después de comer en casa, amargamente llorando me decía: Beli he perdido la fe.
Después su vida cambió rotundamente. Abandonó el IMS, trabajaba con alegría los últimos años antes de jubilarse y los grupos que frecuentaba contaban siempre con su colaboración.
Fue una mujer que marcó positivamente la vida de muchas personas entre ellas la mía. Al jubilarse decidió irse a vivir con su madre, en otra región, en la que nació, alejada de Andalucía. A los pocos meses de vivir con su madre, un cancer acabó con ella en muy poco tiempo.
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Algunas personas pierden una dimensión importante en sus vidas, la espiritualidad, y quedan huérfanos, desasistidos, solos. Esta dimensión es tan importante para la humanidad, que puede ocasionar tal desequilibrio emocional que les lleve a perder la razón, su norte. A otras las lleva a perder la salud física.
Necesitamos del silencio en nuestra mente, quizás del silencio de Dios para oir el grito de la humanidad que somos. Querer ser como dioses siempre fue un deseo humano. Conquistar la humildad perdida es una tarea necesaria para recuperar la cordura. San Ignacio de Loyola decía que somos un puñadito de deseos, esos puñados de deseos nos llevan a la neurosis aguda, a menudo.
“Busca la paz en tu interior, la cordura vendrá por añadidura”. Reza en tu interior, oye en silencio el grito de la humanidad, trabaja en silencio. Mañana al alba la locura se habrá ido.